
Fotoprotección 360°: De los Rayos UVB a la Luz Azul e Infrarroja. Guía para el Consejo Farmacéutico
El concepto de fotoprotección ha experimentado una profunda evolución en los últimos años. Durante décadas, el consejo farmacéutico se ha centrado en la prevención del eritema solar, un efecto directamente atribuible a la radiación UVB y medido por el conocido Factor de Protección Solar (SPF). Sin embargo, la evidencia científica actual ha desvelado un panorama mucho más complejo, posicionando a otras fracciones del espectro solar —la radiación UVA, la Luz Visible (VL) y la Infrarroja-A (IR-A)— como agentes clave en el daño cutáneo a largo plazo. Comprender la totalidad de este espectro y sus efectos es fundamental para que el profesional de la farmacia pueda ofrecer un consejo experto y actualizado, garantizando una protección integral y eficaz para la salud cutánea de sus pacientes. Este artículo se adentra en la ciencia detrás de cada tipo de radiación, sus mecanismos de acción y las consecuencias clínicas, proporcionando las herramientas necesarias para un asesoramiento de vanguardia.
Desgranando el Espectro Solar: Más Allá de los UV
La radiación que alcanza la superficie terrestre es un continuo de longitudes de onda, pero no todas poseen la misma relevancia biológica para la piel. El consejo farmacéutico debe comenzar por diferenciar claramente los actores principales de este proceso.
Radiación Ultravioleta B (UVB): El Agente del Eritema
Con una longitud de onda de 290-315 nm, la radiación UVB constituye solo una pequeña parte (0.1-5%) de la energía solar que llega a nuestra piel. A pesar de su escasa proporción, es altamente energética. Su principal campo de acción es la epidermis, y es la responsable directa de los efectos agudos más conocidos: el eritema solar (quemadura), el dolor y la inflamación (1). A nivel molecular, su peligrosidad radica en su capacidad para ser absorbida directamente por el ADN de las células cutáneas, provocando lesiones específicas como los dímeros de pirimidina ciclobutano (CPDs), que son altamente mutagénicas y la causa principal de la mayoría de los cánceres de piel (2). Por ello, el SPF, que mide la protección frente a la quemadura, es esencialmente un indicador de protección UVB.
Radiación Ultravioleta A (UVA): El "Peligro Sigiloso"
La radiación UVA (315-400 nm) es la fracción mayoritaria de la radiación UV que nos alcanza, representando cerca del 95%. A diferencia de la UVB, su intensidad es relativamente constante durante todo el día y a lo largo del año, y tiene la capacidad de atravesar nubes y cristales. Su principal característica es su profunda penetración en la piel, llegando hasta la dermis. Este alcance le permite dañar las estructuras de soporte de la piel, como las fibras de colágeno y elastina, convirtiéndola en la principal inductora del fotoenvejecimiento: arrugas, pérdida de firmeza y manchas pigmentarias como los léntigos solares (3). Su mecanismo de daño es primordialmente indirecto; genera especies reactivas de oxígeno (ROS) que provocan estrés oxidativo, dañando el ADN, las proteínas y los lípidos celulares (4). Esta naturaleza persistente y su impacto acumulativo la convierten en un "peligro sigiloso", un factor de riesgo significativo para el melanoma y otros cánceres de piel.
Luz Visible (VL) y Luz Azul (HEVL): El Foco en la Pigmentación
La luz visible (400-800 nm) conforma aproximadamente el 40% del espectro solar. Dentro de ella, la Luz Visible de Alta Energía (HEVL), conocida como luz azul, ha ganado una notable atención. La VL puede penetrar hasta la dermis y su principal implicación clínica es la inducción de hiperpigmentación, siendo especialmente relevante en fototipos oscuros (III-VI) (5). Puede inducir un eritema leve y, de forma crónica, agravar condiciones como el melasma y la hiperpigmentación postinflamatoria. Al igual que la UVA, su mecanismo de daño se basa en la generación de ROS y el consiguiente estrés oxidativo (6).
Radiación Infrarroja-A (IR-A): El Daño Térmico y Profundo
La radiación infrarroja (IR) es la mayor porción del espectro que nos alcanza (54-56%). Mientras que la IR-B y la IR-C son responsables de la sensación de calor, la IR-A (760-1400 nm) es la más relevante por su capacidad de penetración, pudiendo llegar hasta la hipodermis. Su acción deletérea también se media a través del estrés oxidativo, pero con una particularidad: induce la formación de ROS predominantemente en las mitocondrias de las células cutáneas (7). Este ataque a las "centrales energéticas" de la célula no solo degrada el colágeno y la elastina mediante la activación de enzimas específicas (MMPs), contribuyendo al fotoenvejecimiento, sino que también puede dañar directamente el ADN mitocondrial y alterar la expresión de cientos de genes (8).
La Sinergia del Daño y las Implicaciones para la Fotoprotección
Es un error considerar los efectos de estas radiaciones de forma aislada. La ciencia ha demostrado que existe una sinergia en los mecanismos de daño. Por ejemplo, la luz visible puede potenciar el enrojecimiento inducido tanto por la radiación UV como por la infrarroja (9). Las lesiones en el ADN causadas por la IR-A pueden sumarse a las ya provocadas por los rayos UVA. Esta interacción compleja refuerza la necesidad de abandonar el enfoque centrado exclusivamente en la prevención de la quemadura solar (UVB) y adoptar una estrategia de fotoprotección de espectro verdaderamente amplio.
Conclusión: El Rol Clave de la Farmacia en la Educación Sanitaria
El profesional farmacéutico se encuentra en una posición privilegiada para liderar la educación sanitaria en materia de fotoprotección. El consejo ya no puede limitarse a recomendar un "SPF alto". Debe fundamentarse en una explicación clara de los riesgos asociados a todo el espectro solar.
Es imperativo transmitir al paciente que:
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La protección solar es una necesidad diaria, durante todo el año, incluso en días nublados o en interiores, debido a la penetración de los rayos UVA y la VL a través de los cristales (3, 5).
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La prevención del fotoenvejecimiento (arrugas, flacidez) y de las manchas requiere una protección eficaz frente a UVA, VL e IR-A, no solo UVB (4, 6, 8).
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Pacientes con problemas de hiperpigmentación, como el melasma, necesitan de forma crítica fotoprotectores que ofrezcan una cobertura demostrada contra la luz visible (5).
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El objetivo de la fotoprotección moderna es la defensa integral frente al "fotodaño", un concepto que abarca desde el eritema hasta el daño estructural profundo y la carcinogénesis por vías directas e indirectas (1, 4, 7).
Al dominar esta visión 360°, el farmacéutico no solo dispensa un producto, sino que proporciona un conocimiento que protege la salud de la piel a corto y largo plazo, reforzando el valor de la farmacia como pilar fundamental de la salud pública.
NPS-ES-NP-00907 (Junio 2025)
Referencias:
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