Echando los dientes en la botica

Echando los dientes en la botica

Era yo muy pequeña, corrían los años 80, y como quien dice, estaba echando los dientes en la Farmacia de mi abuela María Pérez Bellón situada en Valdepeñas de Jaén.

Nuestra profesión farmacéutica nos viene de familia, diría que la llevamos en el adn, somos la quinta generación de farmacéuticos y farmacéuticas por vocación. La sexta generación ya está preparada y también, echando los dientes en nuestra farmacia actual, Farmacia Velasco, ya apunta maneras.

El caso es que siendo yo pequeña y descubriendo el mundo de la farmacia, muchos días, cuando no había cole o por las tardes, me dejaban jugar en la rebotica, incluso me dejaban salir al mostrador “a despachar”… La farmacia de mi abuela me parecía un mundo fascinante con esos botes (albarelos) antiguos que dentro conservaban polvos o líquidos varios con los que antes se fabricaban medicinas o el día a día con ese trato cercano y de confianza con la gente. Mi padre me ponía un taburete, el mismo que se usaba para alcanzar las medicinas de las partes altas de las estanterías, y yo, desde aquella pequeña atalaya, era feliz, “despachando”, hablando con las clientas, que eran muy amables y generosas (algunos duros caían por ser yo la niña graciosa de la farmacia)… El caso es que un día, me di cuenta de que una de nuestras clientas, se iba “sin pagar” y yo, ni corta ni perezosa, le grité a mi padre: “¡papá, esa mujer se va sin pagar!”.

Mi padre me miró, incluso la mujer se volvió, y todo el mundo empezó a reírse a carcajadas… Yo más roja que un tomate, no sabía que lo que había dicho podía ser gracioso, puesto que me parecía grave que se llevaran las medicinas sin pagar. Mi padre enseguida, me dijo: “no te preocupes, que luego nos lo pagarán”.

Eran los tiempos en los que no había co-pago y los pensionistas no pagaban por sus medicinas. Mucho ha cambiado la farmacia desde entonces en esto y en mil cosas más. Pero nunca olvidaré como crecí entre medicinas, el olor a medicamento o cómo vendíamos cosas tan curiosas como yogures, porque la farmacia era el único establecimiento del pueblo que tenía nevera.

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